lunes, 22 de febrero de 2016

Los hombres duros no bailan


Una noche, Frank Costello estaba sentado en un club nocturno, en compañía de su rubia, una chavala muy guapa, y en su mesa estaban también Rocky Marciano, Tony Canzoneri y Dos Toneladas Tony Galento. Una reunión de italianos. La orquesta tocaba. Y Frank va y le dice a Galento: «Anda, baila con Gloria.» Esto pone nervioso a Dos Toneladas. No le gusta bailar con la chica del gran hombre. ¿Y si la rubia se le arrima demasiado? Así que le dice: «Bueno, señor Costello, ya sabe que no soy un gran bailarín.» Y Frank le contesta: «Y una mierda, bailas muy bien. Baila con Gloria.» El caso es que se levanta y da un par de vueltas por la pista con la muchacha, manteniéndola muy alejada, y cuando vuelve con la chica a la mesa, Costello le pide lo mismo a Canzoneri. Tony saca a bailar a la rubia. Luego le llega el turno a Rocky Marciano. Éste es el único que se considera lo bastante importante para llamar a Costello por el nombre de pila, y le dice: «Señor Frank, ya se sabe que los pesos pesados no nos lucimos en una pista de baile.» Frank Costello le contesta: «Sal a la pista y baila con Gloria.» Mientras bailan, Gloria aprovecha la ocasión para decirle al oído: «Oye, hazme un favor. A ver si consigues que el tío Frank dé unos pasitos conmigo.» Terminado el baile, Rocky lleva a la chica a la mesa, sintiéndose un poco más relajado, en tanto que los demás ya se han tranquilizado. Comienzan a pinchar al gran hombre, con mucho cuidado, ¿comprendes?, sólo bromeando un poco: «¡Venga, señor Costello…!» «¡Vamos, señor Costello, complazca a la señorita!» Y Gloria le dice: «Sí, ¡por favor…!» Y los otros dicen: «Ahora le toca a usted, señor Frank. Pero Costello niega con la cabeza y dice: «Los tipos duros no bailan.»    

Mi padre tuvo cuatro o cinco frases favoritas a lo largo de su vida, y era raro que no aprovechara la oportunidad de soltarle alguna. Inter Jaeces et urinam nascimur parecía ser la definitiva y la más triste; en cambio, la más alegre era: «No hables, que le quitas el viento a la vela.» Pero durante mi adolescencia su frase habitual fue: «Los tipos duros no bailan.

Los tipos duros no bailan
Norman Mailer
Anagrama, 1997

*En la foto, Rocky Marciano y sus colegas en el London’s Colony Club en Mayfair

domingo, 14 de febrero de 2016

Jinetes en la Tormenta



El 28 de junio de 1978, Bob Marley actuó en Ibiza (¡en la Plaza de Toros!). Concertamos una entrevista para ‘Popgrama’, pero, finalmente, no pude acudir. Sí viajaron otros compañeros, que mantuvieron un encuentro con Bob que resultó en un sublime diálogo-de-besugos. Sin embargo, el reportaje del concierto que hizo TVE fue muy buscado por Island para incorporarlo a un documental sobre el difunto. Ah, dos años después, el Gobierno Civil prohibió la presentación de Marley en Madrid, tras unos sonados alborotos en un concierto de Lou Reed. Para nuestra desgracia, nunca vimos a Bob en la capital. Todavía me indigna recordarlo.

Lo saben todos los viajeros avezados: Bob Marley es omnipresente. En un puerto de Polinesia, en una choza perdida por la sabana africana, en un centro comercial japonés, en el rincón más insospechado surge su imagen hirsuta o su vibrante música. En palabras de Andrés Calamaro, “la voz de Marley te toca, primero, por esa fatiguita que conmueve; luego te reconforta, ya que cuenta que en algún lugar del mundo está brillando el sol y la vida es simple”.

Para la historia, Bob Marley ha quedado como la primera estrella global surgida de un gueto poscolonial. Y la suya no fue una fama fugaz. Tras su muerte, en 1981, su música se ha difundido más que antes. “Legend”, recopilación de sus grandes éxitos que Island sacó en 1984, es un pasmoso fenómeno comercial: no ha dejado de venderse, llegando a despachar hasta un millón de copias anuales en momentos de la década de los noventa. Las sinuosas canciones de Marley son consumidas por sucesivas generaciones que se han apuntado a la liturgia canábica de la teología rastafariana, pero también por gente que sería incapaz de liarse un porro.

Jinetes en la Tormenta
Diego Manrique
Espasa, 2013