Se me ha concedido la oportunidad de participar en la música pop convencional y fabricar chicles, y ayudar a convencer a los chicos de catorce años de que la imagen y la sensación creadas por los productos de Apple Computer indican el compromiso de Apple Computer para convertir el mundo en un lugar mejor. Porque convertir el mundo en un lugar mejor es guay, ¿no? Y Apple Computer debe de estar mucho más comprometida con un mundo mejor, porque los iPods son mucho más guays que otros reproductores de MP3, y por eso mucho más caros e incompatibles con el software de otras marcas, porque... bueno, la verdad es que no está muy claro por qué en un mundo mejor los productos más superguays deben dejar unos beneficios superescandalosos a un reducidísimo número de habitantes de dicho mundo mejor, puede que éste sea uno de esos casos en que tienes que dar un paso atrás y observar las cosas con perspectiva y entender que llegar a tener tu propio iPod es en sí mismo lo que convierte al mundo en un lugar mejor. Y eso es lo que considero tan refrescante en el Partido Republicano. Dejan en manos del individuo la decisión de cómo podría ser un mundo mejor. Es el partido de la libertad, ¿no? Por eso no me explico por qué esos moralistas cristianos intolerantes tienen tanta influencia en el partido. Esa gente es muy antielección. Algunos incluso se oponen al culto al dinero y los bienes materiales. Creo que el iPod es la verdadera cara de la política republicana, y yo soy partidario de que la industria de la música se ponga seriamente al frente de esto y sea más activa políticamente, y se levante orgullosa y diga en voz alta: a nosotros los del sector de la fabricación de chicle no nos interesa la justicia social, no nos interesa la información precisa y objetivamente comprobable, no nos interesa el trabajo con sentido, no nos interesa un conjunto coherente de ideas nacionales, no nos interesa la sabiduría. Nos interesa elegir lo que ‘nosotros’ queremos escuchar y pasar de todo lo demás. Nos interesa ridiculizar a la gente que tiene la poca educación de no querer ser guay como nosotros. Nos interesa concedernos un capricho para sentirnos bien cada cinco minutos sin tener que pensar. Nos interesa la implacable explotación y aplicación de nuestros derechos de propiedad intelectual. Nos interesa convencer a los niños de diez años para que gasten veinticinco dólares en una fundita de silicona guay para el iPod, cuya fabricación le cuesta a la filial autorizada de Apple Computer treinta y nueve centavos.
Libertad
Jonathan Franzen
Salamandra, 2011
La historia sobre una familia es la excusa para retratar la sociedad norteamericana en aspectos políticos y sociales, como la invasión de Irak, los grupos ecologistas, la música y las discográficas o las universidades y la educación, sin olvidarse de unos personajes perdidos que andan buscándose unos a otros sin encontrarse del todo.
ResponderEliminarEl comienzo es algo difícil, pero una vez metido en la historia se lee sin darse uno cuenta y es bastante absorbente. Recomendable.