lunes, 3 de octubre de 2016
El libro de los Baltimore
El porvenir ya no está en los libros, Goldman.
—¿Ah, no? ¿Y dónde se encuentra ese porvenir suyo, Roy?
—¡En el cine, Goldman, en el cine!
—¿En el cine?
—¡El cine, Goldman, ese es el porvenir! ¡Ahora la gente quiere imágenes! ¡La gente ya no quiere pensar, quiere que la guíen! Está esclavizada de la mañana a la noche y cuando vuelve a casa, se siente perdida: su amo y patrono, esa mano bienhechora que la alimenta, no está ahí para pegarle y conducirla. Afortunadamente, está la televisión. El hombre la enciende, se prosterna y le entrega su destino. ¿Qué debo comer, Amo?, le pregunta a la televisión. ¡Lasaña congelada!, le ordena la publicidad. Y se va de cabeza a meter en el microondas el comistrajo ese. Luego vuelve a hincarse de rodillas y pregunta de nuevo: Amo, ¿y qué debo beber? ¡Coca-Cola hiperazucarada!, le grita la televisión, irritada. Y venga a dar órdenes: ¡Sigue zampando, cerdo, sigue zampando! Que las carnes se te pongan sebosas y fláccidas. Y el hombre obedece. Y el hombre se empapuza. Luego, pasada la hora de comer, la tele se enfada y cambia de anuncios: ¡Estás gordísimo, eres feísimo! ¡Corre a hacer gimnasia! ¡Ponte guapo! ¡Y usted se compra unos electrodos que le esculpen el cuerpo, unas cremas que le inflan los músculos mientras duerme, unas pastillas mágicas que hacen por usted toda esa gimnasia que usted ya no hace porque está digiriendo pizza! Así funciona el ciclo de la vida, Goldman. El hombre es débil. Por instinto gregario, le gusta apiñarse en unas salas oscuras que se llaman cines. Y ¡bum! Lo bombardean con anuncios, palomitas, música, revistas gratuitas y, justo antes de la película, tráilers que le dicen: «¡Pazguato, te has equivocado de película, vete a ver esta otra, que es mucho mejor!». ¡Sí, pero resulta que usted ya ha pagado la entrada, está atrapado! Asíque tendrá que volver para ver esa otra película, y también pondrán antes un tráiler que le recordará que no es más que un pobre pardillo, y usted, desgraciado y deprimido, se irá a engullir refrescos y helados de chocolate carísimos durante el descanso para olvidarse de su mísera existencia. Puede que ya solo quede usted, y también un puñado de resistentes, amontonados en la última librería del país, pero no podrán luchar indefinidamente: la horda de zombis y esclavos acabará ganando.
El libro de los Baltimore
Joël Dicker
Alfaguara, 2016
*Así me imagino yo la casa de los Goldman-de-Baltimore, en Oak Park.
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Con "El libro de los Baltimore" me ha pasado lo mismo que con la anterior novela de Jöel Dicker ("La verdad sobre el caso Harry Quebert"): empieza fuerte, muy fuerte, tanto, que no puedes parar de leer ni un instante, aunque luego se desinfla, para recuperarse al final.
ResponderEliminarEl escritor recupera a su personaje, el escritor Marcus Goldman, y mantiene la emoción hablándonos sin parar del dichoso DRAMA, de tal manera que no quieres más que pasar páginas, a ver si te enteras de qué demonios pasó. Notable.