Pensé que Marta no quería hacer el amor conmigo porque seguía enfadada. Al volver de la calle había pisoteado con mis botas la moqueta de la habitación y las suelas dejaron manchas de humedad con los restos de nieve. ¿Cómo no se te ocurre descalzarte antes de mojarlo todo?, se quejó mientras señalaba los charquitos en la alfombra. Yo traté de bromear. ¿A quién se le ocurre cubrir con moqueta el suelo de una habitación de hotel? A mí me da asco pisar la alfombra que han pisado mil tipos antes que yo, es algo sucio. Es como bañarte en la bañera con agua del anterior huésped. Mira, aquí creo que hay restos de un tipo que se masturbó hace tres meses y aquí queda una mancha de vino o de sangre, de la chica que tuvo la regla hace dos fines de semana, ah, mira, si hasta hay un tipo enano que está saludando aquí metido, ¿lo ves?, se ha debido quedar a vivir en la alfombra, hola, señor Muller, ¿quiere que le pida algo de cena o le basta con las miguitas del desayuno que van dejando los que pasan por la habitación? Ah, perdón, no le interrumpo. Es que está domando a una cucaracha. Pero Marta no se reía con mi comedia ya desbocada en la que yo les hablaba a seres diminutos escondidos entre el bosque de la moqueta.
Blitz
David Trueba
Anagrama, 2015