—¿Me dejas que te diga una cosa? —me preguntó el cura—. ¿Sabes por qué Dios inventó a los escritores? Porque le encantan las buenas historias. Y las palabras le traen sin cuidado. Las palabras son las cortinas que colgamos entre Él y nuestro verdadero yo. Tú intenta no pensar en las palabras. No te esfuerces en buscar la frase perfecta. Eso no existe. Escribir es cuestión de adivinar. Cada frase es un tanteo educado, tanto del lector como tuyo. Piénsalo así la próxima vez que metas una hoja de papel en la máquina de escribir.
Saqué mi cuaderno de notas de Yale de mi mochila.
—¿Le importaría que anotara eso, padre? Estoy intentando adquirir el hábito de escribir las cosas que me dicen las personas inteligentes.
Señaló el cuaderno, con anotaciones que ocupaban tres cuartas partes.
—Se ve que te has tropezado con un montón de gente lista.
—En su mayoría son cosas que he oído en el Publicans. Así se llama el bar de mi tío.
—Es cierto lo que dices sobre camareros y sacerdotes. —Miró por la ventanilla—. Dos vocaciones concordantes. Los dos oímos confesiones, y los dos servimos vino. En la Biblia no salen pocos publicanos, aunque la palabra significaba otra cosa en tiempos de Jesús. «Publicanos y pecadores», creo que dice la expresión. Son sinónimos.
—A mí prácticamente me criaron los publicanos. Mi tío y los hombres del bar me echaban un ojo cuando no estaba mi madre.
—¿Y tu padre?
Pasé las páginas del cuaderno y no respondí.
—Bueno —dijo el cura—. Bueno. Tuviste suerte de que tantos hombres te echaran una mano.
—Sí, padre. Es cierto.
—La gente no entiende que se necesitan muchos hombres para crear a un hombre bueno. La próxima vez que vayas a Manhattan y veas que construyen uno de esos poderosos rascacielos, fíjate en cuántos hombres hay implicados en la operación. Pues el mismo número se necesita para construir un hombre sólido que para construir una torre.
El bar de las grandes esperanzas
JR Moehringer
Duomo Ediciones, 2015
JR Moehringer es periodista (tiene un Pulitzer en la estantería) pero sobre todo es un gran contador de historias. Este libro autobiográfico repasa su niñez, su adolescencia, la vida universitaria y el comienzo de su vida laboral con un personaje común: el Publicans, el bar en el que pasa la mayor parte de su tiempo.
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