A juzgar por los aplausos que surgieron abruptamente como la lava de un volcán en plena erupción, mucho antes de que se encendieran las luces de la sala, la nueva película de Serguéi M. Eisenstein con música de Serguéi Prokófiev fue todo un éxito y cumplía los requisitos para convertirse en un clásico del cine marcadamente soviético. Por el ímpetu con el que se levantaron los asistentes para aplaudirla, también había cumplido con el encargo de Stalin de elevar los ánimos de la población ante una posible invasión de la Alemania nazi. La historia épica del príncipe ruso que defendió su patria atacada por los teutones había gustado a todos. Y su música, mucho más.
A la salida, todos querían felicitar al autor de la cantata de la película. Sin duda, la cinta no hubiera emocionado igual si su banda sonora no se escuchara en los momentos más decisivos de la historia. Sorteando como pudieron las nubes de saludos, apretones de manos y felicitaciones, los Prokófiev intentaban avanzar hasta la salida del teatro para dirigirse a la cena con amigos que habían planeado para después del estreno. Una inesperada visión interceptó sus apresurados planes de salida. Nada más verle, Lina sintió que el corazón le empezó a latir convulsamente. Apenas pudo moverse cuando avistó a Stalin dirigiéndose hacia ellos mientras el resto de los asistentes al estreno se apartaban a los lados, haciéndole un pasillo. Le pareció estar asistiendo a la representación de la escena bíblica en la que las aguas del mar Rojo se abrieron para que Moisés y sus seguidores pudieran pasar. Contemplándole, tuvo la impresión de que uno de los grandes retratos que aparecían presidiendo las calles, ocupando las fachadas de los edificios o colgando de las paredes de cualquier casa se había apeado de la perenne verticalidad y caminaba hacia ellos. Le hubiese gustado refugiarse tras Serguéi, pero su capacidad motriz se vio anulada. Aunque lo intentó y lo deseaba, no pudo moverse. Ni siquiera fue capaz de rozar la mano de su marido para sentirse más segura. Era demasiado tarde. Ya estaba a menos de un metro de donde se encontraban ellos.
—Camarada Prokófiev. —Su voz sonó firme pero no tan severa ni metálica como en la radio.
Una pasión rusa
Reyes Monforte
Editorial Espasa, 2015
Una pasión rusa
Reyes Monforte
Editorial Espasa, 2015
Una forma de conocer la historia de uno de los compositores más importantes de la música rusa y su mujer, la española Lina Codina. Su historia de amor nos lleva también a la historia de Europa en unos años convulsos. Viajamos de Nueva York a París y de ahí a Moscú a través de personajes reales y envueltos en notas musicales. Muy recomendable.
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