domingo, 16 de septiembre de 2018

Un gángster en Berlín

El comisario Gereon Rath, protagonista de la versión televisiva de los libros
Alex se encontraba en Büschingstrasse y evaluaba la situación. Ignoraba qué hora era exactamente, había dejado el reloj de bolsillo arriba, junto con sus otras pertenencias, en la viviendaB, pero debían de ser alrededor de las doce y media. Por las ventanas emanaba el olor a cebolla, col y salchicha. Hora de comer. Sólo delante de la residencia masculina del Ejército de Salvación se apretujaban unas pocas figuras andrajosas que todavía querían recibir una ración de comida, excepto por ello, Büschingstrasse estaba casi vacía. Y era de esperar que también lo estuviera el patio de la viviendaB.
En el supermercado, Alex había pagado a Vicky un café con las últimas monedas que le quedaban, se había permitido un paquete de seis Juno y luego había cogido el 66 en dirección a Büschingplatz. No quería perder la oportunidad, el mediodía era la mejor hora para no encontrarse con el portero y la vieja Petze Karsunke, Benny y ella ya habían sacado provecho de ello anteriormente. Si no se quería tener que responder a preguntas tontas, meterse al anochecer y salir al mediodía era la mejor receta. Como le sucedió una vez, cuando el portero le preguntó adónde se dirigía. Le había respondido lo que Benny le había enseñado: a casa de Grünberg en el edificio posterior. Sabían el nombre por los buzones.
Pero ese pretexto, ahora que el portero la tenía fichada gracias a la vieja Karsunke, ya no servía. Así que: entrar, sacar las cosas y se acabó la vivienda B. A partir de ahí, el portero podía rebuscar en la buhardilla tanto y tan a fondo como le diera la gana.
Alex estaba en la calzada de enfrente y observaba a través de la entrada del patio. Ahí arriba en el edificio posterior, en la buhardilla, estaban sus cosas. No solo el saco de dormir, también sus pertenencias personales en una pequeña caja metálica. Y las imágenes de Benny, que él había protegido como un tesoro. En el patio todo parecía vacío, no se veía a nadie, incluso los niños que un par de minutos antes todavía jugaban bajo la barra para sacudir alfombras habían desaparecido. Se acercaba el momento, la cola que había delante del hogar del Ejército de Salvación se había reducido a tres hombres y le recordó que la pausa de la comida no duraba eternamente. Alex inspiró aire, deseó buen provecho al portero y a su espontánea chivata, y cruzó la calle. Ya había llegado al arco del portalón cuando se abrió la puerta de la casa contigua y alguien salió.
Un policía.
Alex se quedó mirando el uniforme azul como si se tratara de una pesadilla. Y entonces reconoció el rostro. Maldita sea, ¿qué hacía ese allí? El KaDeWe estaba en la zona Oeste, y esto era Friedrichshain.
La vivienda B estaba quemada, ahora lo tenía claro. Alex, que no estaba segura de si el poli la había reconocido a ella, cambió con serenidad de dirección, fingió que salía del patio, torció y le dio la espalda, intentó bajar la calle tan calmada y discretamente como le era posible. ¿Qué diablos estaba haciendo ese ahí? ¡Esa no era su zona!
—¡Eh, chica, espera un momento!

Un gángster en Berlin
Volker Kutscher
Ediciones B, 2015

1 comentario:

  1. Tercer libro de la saga brillantemente llevada a la pequeña pantalla bajo el nombre "Babylon Berlin". Rath y Charlie se ven envueltos en una trama de mafia y gangsters americanos, con el incipiente nazismo y los problemas en Berlín en 1931.

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