lunes, 25 de abril de 2016

El domador de leones


Por primera vez en mucho tiempo, sintió como una punzada el deseo de hacerse a la mar. Pero no habría sido posible ni aunque hubiera tenido un barco: la capa de hielo era demasiado gruesa y los pocos barcos que habían arrastrado a tierra estaban helados en el puerto. En eso se parecían a ella. Así se había sentido todos aquellos años: tan cerca de su elemento natural y, aun así, incapaz de salir de su prisión.    

Sobrevivió gracias a Jonas. El amor que sentía por él era tan fuerte que todo lo demás palidecía. Durante toda su vida, ella estuvo preparada para poder interponerse entre él y el tren desbocado que ahora estaba a punto de arrollarlo. Estaba preparada y no abrigaba la menor duda. Todo lo que hacía por Jonas, lo hacía con alegría.    

Se detuvo y contempló el busto de Ingrid Bergman. Estuvo con Jonas en la ceremonia de inauguración. También presentaron la variedad de rosa que habían cultivado en su memoria. Jonas estaba expectante. Los hijos de Ingrid iban a asistir, y también la novia del hijo, Carolina de Mónaco. Jonas tenía esa edad en la que el mundo está lleno de caballeros y dragones, príncipes y princesas. Seguramente, habría preferido ver a un caballero, pero una princesa también le valía. Era muy enternecedor ver el entusiasmo con el que se preparó para asistir al gran acontecimiento. Se peinó con gomina y recogió flores del jardín, dicentra y campanillas, que acabaron bastante ajadas en sus manos sudorosas antes de que llegaran a la plaza. Como era de suponer, Einar se burló de él sin compasión, pero, por una vez, Jonas no le hizo caso. Solo pensaba en que iba a ver a una princesa de verdad.    

Helga aún recordaba la expresión de sorpresa y decepción cuando le señaló a Carolina de Mónaco. La miró temblando y dijo:   

 —Pero mamá, es como una señora cualquiera

El domador de leones
Camilla Lackberg
Maeva, 2015

1 comentario:

  1. Noveno libro de las aventuras de la escritora Erica Falk y su marido, el policía Patrick Hedström. La novela sigue la estructura de las anteriores: el caso actual que investiga Patrick - junto a los compañeros de la comisaría - y el caso antiguo, que estudia Erica como preparación de una novela. Ambos acaban mezclándose en el desenlace.

    Se lee con facilidad manteniendo la intriga hasta el final, entre los horrores narrados y la media sonrisa que te dejan las ocurrencias del jefe Mellberg, los tira y afloja de Erica con su suegra, o el romanticismo empalagoso de la pareja. Por encima de todo, los paisajes siempre fascinantes de Fjallbacka.

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