miércoles, 4 de mayo de 2016

El héroe discreto


El padre O’Donovan debía ser el único religioso que se desplazaba por la vasta Lima no en ómnibus ni colectivos, sino en bicicleta. Decía que era el único ejercicio que hacía, pero que lo practicaba de manera tan asidua que lo mantenía en excelente estado físico. Por lo demás, le gustaba pedalear. Mientras lo hacía pensaba, preparaba sus sermones, escribía cartas, programaba los quehaceres del día. Eso sí, había que estar todo el tiempo muy alerta, sobre todo en las esquinas y en los semáforos que en esta ciudad nadie respetaba, y donde los automovilistas manejaban más con la intención de atropellar a los peatones y a los ciclistas que la de llevar su vehículo a buen puerto. Pese a ello, él había tenido suerte, pues, en más de veinte años que llevaba recorriendo toda la ciudad en dos ruedas, apenas lo habían atropellado una vez, sin mayores consecuencias, y sólo le habían robado una bicicleta. ¡Excelente balance! 

El sábado, a eso del mediodía, Rigoberto y Lucrecia, que espiaban la calle desde la terraza del penthouse donde vivían, vieron aparecer al padre O’Donovan pedaleando furiosamente por el malecón Paul Harris de Barranco. Sintieron gran alivio. Les parecía tan raro que el religioso hubiera demorado tanto la cita para darles cuenta de su conversación con Fonchito que, incluso, temieron que se inventara una excusa de último momento para no venir. ¿Qué podía haber pasado en esa conversación para que se mostrara tan reticente a contársela?

Justiniana bajó a la calle a decirle al portero que permitiera al padre O’Donovan meter su bicicleta al edificio para ponerla a salvo de los ladrones y lo acompañó en el ascensor. Pepín abrazó a Rigoberto, besó a Lucrecia en la mejilla, y pidió permiso para ir al baño a lavarse las manos y la cara pues venía sudando. 

—¿Cuánto te demoraste en tu bicicleta desde Bajo el Puente? —le preguntó Lucrecia. 

—Apenas media hora —dijo él—. Con los embotellamientos que hay ahora en Lima, en bicicleta se va más rápido que en un auto

*La imagen es de Piura

El héroe discreto
Mario Vargas Llosa
Alfaguara, 2013

2 comentarios:

  1. Mario Vargas Llosa nos relata la historia de dos personajes: Felícito Yanaqué, un empresario de Piura; e Ismael Carrera, dueño de una aseguradora de Lima. Es difícil no cogerle cariño a un personaje llamado Felícito, pero es que te pasa con todos los demás! Son tan íntegros y buenas personas que les deseas lo mejor.

    Lo único que me ha costado es el vocabulario, sobre todo de los de Piura: qué difícil!

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  2. Sí que es verdad, a veces te tienes que leer el párrafo dos veces para saber de qué está hablando.
    A mí también me ha gustado el libro, es el segundo que me leía de él. El primero fue "Travesuras de la niña mala". Y el último parece que habla de la prensa del corazón.

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