domingo, 26 de abril de 2015

Los olivos de Belchite

—Últimamente he estado un poco cansada —dijo.

Aparte de la visita semanal de rigor, cuando Conchita le traía un poco de comida y aceite, madre e hija se veían dos o tres veces por semana para hablar del tiempo, la cosecha, de María, Pilar, los nietos y poco más. Los encuentros se animaban cuando Soledad se les unía, pero aun así, los muchos años de distanciamiento entre madre e hija siempre pesaban. 

Las dos habían trabajado toda su vida y les resultaba difícil relajarse, por lo que su contacto con otras personas era a menudo tenso y fugaz. Siempre andaban con prisas, a pesar de las advertencias de Soledad, que sufría por su salud y por su falta de descanso. Pero Basilisa y Conchita sólo paraban cuando el cuerpo no podía más y les obligaba a meterse en la cama, exhaustas, como le ocurría ahora a la abuela. Madre e hija sólo conocían dos velocidades: encendida o apagada.

Los olivos de Belchite
Elena Moya
Editorial Suma


2 comentarios:

  1. Elegí el libro por el título, porque Belchite es un pueblo a menos de 50 km de Zaragoza muy conocido. Es un poco folletín, pero me gustó la descripción de las señoras del pueblo. De este párrafo me gusta la última frase, me recuerda a mi madre.

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